domingo, 1 de marzo de 2009

Oswaldo Escobar Velado 1919 - 1961

Oswaldo Escobar Velado nació en Santa Ana.  Su padre fue Simón Escobar Vides; su madre, María Velado de Escobar.


Doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales, entregó su vida a la poesia y a las causas justas. Como abogado se ocupó en defender los derechos de los trabajadores y como poeta fue rebelde.


Durante las huelgas de abril y mayo de 1944 se lanzó a la calle para participar en las gestas populares que terminaron derrocando al dictador General Maximiliano Hernández Martínez. Entre 1944 y 1945 vivió en el destierro, primero en Guatemala y posteriormente en Costa Rica.


Su madre era hija del poeta izalqueño Calixto Velado y sobrina del poeta y cuentista Francisco Herrera Velado. De esta línea materna viene sin duda su entrega a la poesia y  su amor a Sonsonate y a Izalco, tierra donde pasó muchos días de bohemia y juventud. 



CONTRA CANTO A SONSONATE



No digo tus ciudades, pequeñas oropéndolas cantando.

Digo tu dura geografía asesinada,

tus hondos ríos como venas rotas

de los brazos inermes de tantos fusilados que te pueblan.


No establezco tus cuatrocientos ojos de agua

rodeados de altos cocoteros y de nubes.

Vengo a decir tus cuatrocientos corazones de ángeles dormidos,

recónditas semillas

que maduran su sangre universal y alta

en la plaza de Izalco.


Que otros digan y canten tus tardes marineras.

El humo de tu pipa plutónica, su cólera salvaje,

las manos de las novias

que no tuvimos nunca.

La oración de alguna tía abuela

o el nido de chiltotas

que en un “Corpus” nos trajimos del cerro.


Que otros digan tu Atecozol sonoro

donde hay guitarras con amates cantando.

Que digan tu Caluco con sabor a naranjas.


Yo hablaré solamente de recuerdos que amo.

Tal vez por dolorosos.

De recuerdos que dieron a mi primera lágrima

la verdad de mi canto.


Que digan otros tu Nahuizalco de huipiles

y tu pequeño San Antonio del Monte.

Yo diré solamente mi Nahuizalco trágico,

rojo como la sangre que lo tiñó la noche

de la carnicería.


Rojo como la mancha que se quedó gritando

en los escapularios de la Virgen del Carmen

de tanto fusilado.


No hablaré de Juayúa ni de su alta cintura

con vinos de naranja.

Yo no diré que en ella las flores amanecen

y se salen cantando de todas las ventanas.


Me olvidaré de las sonoras guitarras que sostengo

porque ya no es posible que falseemos el canto.

Si en estas calles de Juayúa han caído

con los ojos abiertos

los padres y los , las mujeres, los hombres.

¡Cómo podría ahora cantarte Sonsonate!

Sino con esta voz exacta de tu entraña,

sino con tu dolor que es mi dolor entero,

sino con tu tragedia de campesinos muertos

cubriendo la gran noche de la patria golpeada.


Y cómo hablar de amor si en todas las esquinas

están los fusilados.

Si está Francisco Sánchez, herido cocotero.

Y Feliciano Ama nos ve como un Dios indio.

Si hay tanto nombre anónimo que nos duele en el pecho.

Si hay tanta sangre pura, corriendo a borbotones

que ya no queda espacio para perder el tiempo.


Y cómo hablar de amor si no es a mi manera.

Un contra-amor a todo lo que olvida tu sangre,

a todo tu sombrío silencio enajenado.


Te amo Sonsonate con el amor más alto

que en la patria tu firme habitación sostiene.